miércoles, 29 de junio de 2011

La noche que me dio por pensar

Aunque quiero hacer mis historias, siempre sucede algo que hace que pare y luego no tenga ganas de seguir o haya perdido la motivación inicial (el 'hilo', llamémosle). En ocasiones esto ocurre por causas ajenas, como que alguien haga ruido o desestabilice mis horarios, la hora o momento en el que estoy acostumbrado a hacer mis historias (sea en texto o en videojuegos) y cuando tengo ganas. Por otro lado, están impedimentos de otro tipo, como esa costumbre antes referida que me da seguridad y estabilidad, o bien el pensamiento que de vez en cuando tengo de 'querer que quede bien' o, al menos, de una manera determinada. No sé hasta qué punto escribir con planes ayuda a una buena escritura, aunque en ocasiones haya que pensar y organizar las historias, escogiendo cuidadosamente las palabras y demás construcciones, así como la progresión de los hechos y el significado que les quiero dar; el modo en el que quiero que cambie la vida del lector, jugador o espectador.
El hecho está en que nunca sigo muy lejos nada de lo que hago (ninguna historia) y las que sigo tardan en acabarse la vida y un poco más, porque lo hago todo muy despacio y, muchas veces, sin un exceso de ganas o motivación. Digamos que a esas historias 'les ha pasado el momento', la actitud mental que les daba sentido ya se fue. Eso es lo que ocurre, más o menos, cuando digo eso de 'la historia ya está, ahora sólo falta escribirla'.
Lo que me gusta de hacer historias es... justamente hacer historias. Pensar y contar un universo donde unos personajes magníficos, cada uno a su manera única, hacen cosas geniales y decisivas, también a su manera (uno puede ser inútil de manera decisiva, por ejemplo). Pero lo mejor es que lo hago con absoluta libertad. Mis historias son mi mundo, son yo, y por eso me gusta hacerlas. Cuando se meten ideas y convenciones ajenas, ése es el problema. El 'no debes hacerlo así' o 'eso no vende', cualquier cosa que me coharte no será nunca buen recibida.
Mis historias son mi mundo y sólo yo debería decir qué hago y cómo hacerlo. Por eso, de partida a todos los que opinan les debería gustar. Si no, es desmotivante y cohartador y así es como aflora el miedo a que no salga bien (sí, soy jodidamente sensible a este respecto, es lo que hay).
Cada vez se hará mejor, de forma siempre natural, y la primera historia hecha no será por ello la peor; sólo será la primera.

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