El hecho está en que nunca sigo muy lejos nada de lo que hago (ninguna historia) y las que sigo tardan en acabarse la vida y un poco más, porque lo hago todo muy despacio y, muchas veces, sin un exceso de ganas o motivación. Digamos que a esas historias 'les ha pasado el momento', la actitud mental que les daba sentido ya se fue. Eso es lo que ocurre, más o menos, cuando digo eso de 'la historia ya está, ahora sólo falta escribirla'.
Lo que me gusta de hacer historias es... justamente hacer historias. Pensar y contar un universo donde unos personajes magníficos, cada uno a su manera única, hacen cosas geniales y decisivas, también a su manera (uno puede ser inútil de manera decisiva, por ejemplo). Pero lo mejor es que lo hago con absoluta libertad. Mis historias son mi mundo, son yo, y por eso me gusta hacerlas. Cuando se meten ideas y convenciones ajenas, ése es el problema. El 'no debes hacerlo así' o 'eso no vende', cualquier cosa que me coharte no será nunca buen recibida.
Mis historias son mi mundo y sólo yo debería decir qué hago y cómo hacerlo. Por eso, de partida a todos los que opinan les debería gustar. Si no, es desmotivante y cohartador y así es como aflora el miedo a que no salga bien (sí, soy jodidamente sensible a este respecto, es lo que hay).
Cada vez se hará mejor, de forma siempre natural, y la primera historia hecha no será por ello la peor; sólo será la primera.
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